El día de la procreación

   

Fuente: pexels.com
Todos estamos de acuerdo en que el día del cumpleaños se ha convertido en un día relativamente importante en la vida de cualquiera. Sin embargo, no es más que la celebración de un día que recuerda el día en que hemos venido al mundo, repetido tras trescientos sesenta y cinco días porque así se ha establecido en el calendario gregoriano.
     No estoy muy al corriente de otros calendarios, pero me gustaría encontrar alguno en el que se celebrasen todos y cada uno de los días como si fuesen verdaderos cumpledías, agradeciendo así al dios pertinente, a la naturaleza o a la insensatez el hecho de que hayamos asomado nuestra cabecita pringosa hace n días, n+1 días, n+2 días y no n años, n+1 años, n+2 años. Por esa misma razón -la de celebrar nuestra llegada al mundo en base a un tiempo establecido en un simple calendario y, todo hay que decirlo, por meros motivos comerciales donde los regalos y la celebración materialista en sí son los verdaderos protagonistas- siempre he considerado que el día verdaderamente importante en el año de cada uno de nosotros es el conmemorativo de la procreación, ese día en el que dos desconocidos decidieron unir sus respectivos genes para conformar otra vida, otro cuerpo, otro espíritu. Esa decisión de haber dado el paso, de haber tomado una decisión que cambiaría sus vidas para siempre, es lo que realmente debería celebrarse, más allá de la importancia aceptada relativa a la conmemoración del día en que llegamos a este mundo.
      Se restan nueve meses al día del cumpleaños y ya tenemos una excusa para otra celebración. En mi caso, el 20 de enero se convierte en el 20 de abril. Y si bien hace años lo celebraba en pequeño comité dado lo habitual de las bromas relativas a ese día, ahora rompo una lanza cada vez que un abril atraviesa su quincena e insto a todos los que me rodean a que celebren también el suyo.
     Hasta día de hoy, a todos aquellos a quienes se lo he contado, sin excepción, los he visto retroceder en el tiempo nueve meses para calcular, bien de memoria, bien contando con los dedos, el día que les correspondería a ellos. Y, si bien, no todos lo celebran, cada vez somos más los que decidimos cambiar el materialista día del cumpleaños por el necesario día de la procreación, en agradecimiento a todos aquellos que han puesto su granito de arena para que, hoy, estemos aquí leyendo estos párrafos.

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