Despacito, paisanito

 

"Despacito, paisanito, despacito y tenga fe"... Es lo primero que alguien me ha dicho hoy, antes incluso que el habitual "Buenos días". 

     Se trataba de un vecino con el que, los mas de los días, me cruzo a primera hora cuando saco a pasear a Queen, mi perro ya entrado en años, el carlino lleno de achaques y vida. 

     -"Es una canción de Atahualpa Yupanqui" -me aclaró. 

     Y he de confesar que no la conocía. Ahora ya sí, dado que justo en el momento en que el vecino continuó calle abajo busqué la letra de la canción en el mundo onírico que guarda todo teléfono móvil. Pensé que aquello, como en las películas, era una señal de alguien que habitualmente se cruza en nuestras vidas y al que apenas tenemos en cuenta entre el ajetreo diario y, sin embargo, se trata de un ser de otro planeta, otra dimensión o de otro concejo alternativo  que viene a mostrarnos un camino oculto al que se accede únicamente si atendemos a esas señales escondidas.

     Es una canción que llama a la esperanza, pero tras reflejar una realidad para la que solo cabe eso, esperanza. He dicho al principio que alguien me había dicho esos versos antes incluso que el buenos días, pero en realidad, iba dirigido a Queen y no a mí. Nos encontró en esos momentos en los que tiene que arrancar y mover por vez primera las caderas y rodillas sobre las que, cada vez, le cuesta más apoyarse. No está mal un poco de esperanza, pero, si soy sincero, dudo que a él le ayude a caminar una señal ficticia de un vecino que se dirige a la compra diaria. Lo que sí lo mueve es otro perro o, mejor aun, otra perra. Esa es su verdadera esperanza. 

     Los versos con los que sigue la canción son "que en la noche del minero, ya comienza a amanecer". No quiero pensar en lo que significa.

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